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martes, febrero 6

El más guapo.




Para que me entiendan, yo soy un tipo guapo, guapo sin titubear, y cuando le puse el filo en el costado a Coqui, no lo pensé dos veces. Si no te vas, te paso el filo. Se lo dije mirándolo de frente, porque es la única forma de mirar cuando enfrentas a otro tipo. Esto funciona normalmente, porque lo dictan los cánones de la guapería y porque tengo una altura impresionante y no soy un flacucho malo, tengo un cuerpo de gimnasio que impresiona. Lleves próstata u ovarios, hay que mirarme de todas formas. Si el conjunto lo rematas con una mirada de fiera de película –que no la he ensayado-, y que me sale natural, pues muchas veces no necesito tirar un golpe, porque por mucha guapería que tengas, nunca puedes ganarlas todas, eso es verdad. Coqui, no obstante a ser un caso diferente, se ha ganado el filo mío por cuestiones imprevisibles, sorprendentes e inevitables, que mala suerte hemos tenido, Coqui, hermano mío.

Coqui nunca fue un valiente, o no lo necesitó o no lo llevaba dentro, ya no lo sabremos porque siempre andaba conmigo, y ya sea para cuidarlo o para robarme la gloria, yo le decía: no te vayas a meter, que esto es muy fácil. Cuantos más mejor. Luego yo molido, pero entregaba a Coqui sano en su casa. Esa era mi ley también: devolver sano el niño. Así crecimos. Los piñazos de un niño, son piedras de un adolescente, y filos de adulto. Sigo diciendo “filo”, y es que tengo la idea loca de que la palabra da más qué pensar a una persona cuando sabe que el arma está en manos que no piensan para cortar. Como que el término relaciona la facilidad del metal contra la carne, o qué sé yo, que los guapos no tenemos tiempo para disertar de boberías.

Crecimos bien, pero Coqui se enredó con Sandrita, eso hizo que yo también me enredara más de una vez y con más de uno, porque Sandrita nunca fue fácil pero cuando le juró y recontrajuró que con él se tranquilizaba, mi hermanito de crianza le creyó, porque la amaba. Pero yo no, y fue así que un día llegó alguien a sugerir que no estaba tan sola como las palmas cuando el marido salía a la escuelita donde trabajaba. Bueno ya se imaginarán que el guapo no anda en chismes, pero sí investiga, porque al final REPUTAción de mi mejor amigo, es prestigio mío, así que…

Salgo a la calle con el filo por delante, poca gente, sol fuerte, corazón dispuesto. La casita de Coqui quedaba a varias cuadras. Varios me saludan, les hago el gesto de guapería acostumbrado, y me les quedo mirando, para anotar en la lista al que no entienda las señas, pero nada pasa. Verdad que es pacífico y hasta aburrido cuando te mueves por el mismo lugar cada día de tu vida, pero hoy no, hoy le enseño a Coqui que solo se puede confiar en los de verdad, como yo, que ya casi no queda nadie auténtico por ahí. 

La casa en cuestión tiene una sola puerta, al final hacia atrás no podría haber salido par ningún lugar, porque choca con una cerca de mallas y una mata de ciruelas que en cualquier momento empieza a levantar el piso. Al final, con largos pasos llego y me planto frente a la única puerta de la casita azul. No voy a tocar, nunca lo he hecho. Entro de un golpe, entramos más bien, porque el filo entra siempre por delante. Y allí sorprendo a la muy… tranquila, y en cueros, qué oportunidad, y que buena está, pero se la perderá mi amigo, porque hasta el dolor de botarla de aquí se lo voy a ahorrar.
Sandrita tiembla sorprendida, y yo me acerco, y ella retrocede, no aparece el tipo, entro al cuarto ella hacia atrás siempre, cae sentada en la cama. Estará debajo, pienso. Y me agacho a ver, más bien nos agachamos, ya saben quién va por delante, nadie tampoco. Ruido de salto por la mata de ciruela. Ah… por ahí, pero entra por la ventana de atrás ¿entra? Es Coqui. ¿Coqui? Dime quién es. Es lo primero que dice. Y ahí yo me levanto de la cama (nos levantamos) lentamente, con cara de… vaya yo nunca he sido rápido de pensamiento, pero cuando estoy de pie completo ya Coqui está rociando en alcohol a la Sandrita sobre la cama. ¿Pero qué clase de hombre mata dando candela? Con mi mejor amigo, con mi hermano, perra maldita. 

Los cánones de la guapería prohíben matar mujeres. Mis cánones además prohíben que Coqui salga herido, menos preso. Yo hablo más lento que el fósforo, suerte que, entre la rabia y el temblor, no ralla a la primera. Suerte que tengo quien habla más rápido. 

Y aquí estamos, filo contra el costado. Y él me mira, con ojos que no son los suyos, y baja los brazos. Ah, se calmó, creo, …pero no. No dice nada. Y por primera, maldita vez, siento lo que nunca debe sentirse en casos de este tipo, porque los ojos son las ventanas del alma, y por esas ventanas se ve algo negro, duro y triste. Coqui no pestañea y se mueve hacia mí contra el filo. Coqui contra el sucio cuchillo. Toda nuestra crianza sobre el metal. ¡Cuídalo! dicen voces paternales, maternales, y otras desconocidas. Aprieto los dientes, curvo el cuchillo, no entra de punta, pero la parte cortante abre la piel y se llena de rojo. Ahí lo suelto, está en el piso, lo he soltado antes que manche mis manos.
Yo no salto como Sandrita sobre la herida, yo ni lloro, ni grito, ni auxilio, yo estoy detenido ahí, en la intercepción entre el cuchillo, la herida, y los ojos abiertos e irreconocibles. Y sé que esa intercepción también tiene un nombre porque muchos ante mí la han tomado antes, pero hago como que no la reconozco, como que no la he tomado hoy frente a otro hombre, a fin de cuentas, a lo mejor eso también es guapería.

lunes, abril 11

Poema definitivo.



Yo moriré pobre, pero poeta:
Hablando como los dioses.
Y en mi poema definitivo abundarán versos rotundos
De tal manera que todos declaren sin remedio:
-¡Que tronco de poeta! Besaba las rodillas de la mujer que amaba
Y escribía poemas como este, para leerlos después que hubiese muerto.


martes, julio 19

Debo ser feliz

Debo ser feliz
porque a tu boca
desvestí de toda ropa
y desnuda la besé.

Debo ser feliz
porque a horas pocas
de este nuevo atardecer
casi he vuelto a perecer
por los besos de tu boca.

Debo ser feliz
porque en las cosas
de elevarse y descender
tu experiencia era muy corta
y en mi beso te enseñé.

Había un tramo de la luna
desgarrando tu cintura
cuando yo empezaba a arder
boca que pide cordura
cuando beso una locura:
loco barco de papel,
navegante que al amar
erguido sobre una roca
al velero de tu boca
le clavó besos del mar.

Debo ser feliz
porque a horas pocas
de este nuevo atardecer
casi he vuelto a perecer
por los besos de tu boca.

Mi gota de Rocío

Ésta es la gota del rocío
apenas suave por tus ojos suaves
apenas tibia por tu abrazo tibio,

Ésta gota corre hasta el alma
de la flor como a su madre un niño.

Ésta es la rosa ambicionada por tu boca
Ésta es la perla madrugada por tu ombligo
Y en esta grieta húmeda en la roca
llora tu amor como ha llorado el mío.

Y sí, tiene mucho de salada gota
tiene mucho de promesa rota
pero no es más que un súbito rocío.

Yo habría querido ser tu primer hombre

Yo hubiera querido ser tu primer hombre
el ser que pinche la burbuja
¿para qué tanta carrera y desencuentro?
hubiérame sentado a esperar la rotación
que nos hiciera coincidir...
en la millonésima vuelta de la Tierra
mi corazón te hubiera visto
¡y habría valido tanto esperarte en soledad!

Me habría gustado beberme algún temblor
tocarte el brillo que se agita moribundo
la mirada que ya no vuelve jamás en esta vida...

Cuando yo te toco, amor
recuerdo mucho el joven tranquilo
que ha sentado la paciencia en una roca
sobre un valle verde puro
y la Tierra sin embargo, que no ha parado nunca...
aún cuando de todas las vueltas de este mundo,
¡yo le habría pedido detenerse solo en una!

martes, septiembre 15

Precedencias

Nada hay antes del viento
ni las palabras eco y boomerang
ni el borde añoso de la estaca
y aunque un doblez ancestral permanece
la sombra no alcanzará a cubrir charco alguno
hasta que el viento, por fin
pase.

sábado, septiembre 20

Debajo de cada piedra
el guante duerme en su polvo
corre lejos como un sapo el tiempo de su nombre
nariz de valva muerta y consumida
no es la piedra donde otro poeta ha consumido mi tarot
la tierra es la que resuma un desafio
atreverme a cruzar mis ojos
y que no sea roca sin alumbre ni viento que se atreva a despeñarla.